jueves, 13 de diciembre de 2012

Muhammara

El otro día, navegando en busca de recetas, encontré una de muhammara (محمرة), una especie de puré de pimiento y nueces, en la página web Recetas de Rechupete. Comparé con otras recetas que encontré por ahí (nunca me quedo con la primera que veo) y, después de mirar lo que tengo en la despensa, he sacado mi propia receta. Os la copio a continuación. Probablemente lo haga hoy mismo. Luego os cuento si está bueno (con estos ingredientes no puede salir mal).

Es un plato estilo hummus o baba ganouche.

Ingredientes:
-Una taza de nueces
-Tres pimientos rojos asados
-Algo más de media taza de pan rallado
-Pimentón picante o una guindilla
-Una cebolla pequeña picada
-Un ajo
-Una cucharadita de comino molido
-Dos cucharadas de aceite de oliva
-Un chorro de zumo de limón
-Sal y pimienta

 Elaboración:

-Se tuestan las nueces a fuego medio cinco minutos en una sartén.
-Se limpian y secan bien los pimientos asados.
-Se ponen todos los ingredientes en un procesador de alimentos, se salpimenta al gusto y se tritura.
-Se le va añadiendo el aceite de oliva en hilillo hasta que todo se queda bien integrado.

Esto va a estar para mojar pan

(La imagen es de Closet Coocking).

lunes, 3 de diciembre de 2012

A propósito del Carreño: los de la cuchara, los del tenedor


Cuando era pequeña, la cuestión de los modales en la mesa era siempre un buen pretexto para que las hermanas mayores (dos) no nos dejaran tranquilas a las pequeñas (otras dos): que si cierra la boca, que si no hagas ruido, que si no cantes en la mesa, que no bailes en la silla... Con todo, la máxima autoridad, después de mi madre, claro, era un tal Carreño. Personaje mítico en mi familia, pero desconocido en otras (que, a pesar de todo, supongo que no cantaban en la mesa ni bailaban en la silla con la boca llena).
El tal Carreño era, en realidad, un libro que había venido de Cuba con la familia. Según contaba mi madre, una mujer llamada Leocadia,  que cuidó a mi abuela y a sus diecisiete hermanos (o, por lo menos, a un buen puñado), se sentaba a la mesa con los niños y les leía los pasajes pertinentes. Leocadia era una antigua esclava, negra de color y muy inteligente, y, por lo que se ve, tenía autoridad sobrada para reprender a los niños deseosos de asilvestrarse.
La cuestión es que tenía yo medio olvidado el Carreño hasta que lo fui descubriendo en alguna lectura: "No acabo de entender a los gringos, ¿no le parecen unos aniñados?-- dijo don Fermín, con el mismo tono casual, casi displicente--. Medio salvajes, además. Ponen los pies sobre la mesa, se quitan el saco donde estén. Y estos no son unos cualquieras, sino gente bien, me imagino. A veces me dan ganas de regalarles un libro de Carreño", dice Vargas Llosa en Conversación en la catedral.
Y es que resulta que el Carreño sigue siendo autoridad en Hispanoamérica... y en mi casa. Cada vez que intento explicar a mis hijas alguna norma de educación que especialmente absurda, recurro a la autoridad del Carreño. Y con escasísimo éxito. Especialmente una que dicta que no es elegante comer el postre con cuchara sino que, siempre que la consistencia del dulce lo permita, deberá hacerse con el tenedor.
Y hete aquí que ahora se me rebelan... cantando en la mesa una vieja canción con música de La Internacional:

“Arriba los de la cuchara,
abajo los del tenedor...”

Con lo que la elección de un simple cubierto se convierte en todo una declaración de principios...